martes, marzo 15, 2005

Las Malas Palabras (Vox Populi)

Normalmente tenemos, como explicarlo bien?, unos instantes en la vida en que todo nos va mal ....

Odiamos al mundo, arrancamos corriendo de nuestros lugares, y pobre del cristiano que se cruce en nuestro camino!. Si es que no se hace el loco y finge leer el diario al ver nuestro patético semblante, puede ser la victima de nuestro vomito emocional.

Atenta y gentilmente nos escucha para dejarnos con una nueva sensación de que la vida no es tan dura, que a todos nos pasa lo mismo (adjuntándonos a la mediocridad como sistema de vida), y por ultimo se queda en silencio mirando nuestra miseria humana.
Eso es lo común.

Pero en nuestra carrera para vomitar nuestra triste y pobre vida nos podemos encontrar o con un amigo del alma o con una mala persona, pero en ese momento de desesperación el alma permanece en la ceguedad del egoísmo y no nos deja distinguir a quien tenemos al frente. Aquella confesión puede ser imprescindible, pero tambien un triste presagio cuando se transforma en un simple mal hablar de las personas que más amamos en la vida.
Por que lo hacemos?
Porque estamos cansados, porque el proyecto no resulto, porque nos rechazaron un paper o porque simplemente nos hace falta un par de cervezas durante una tarde de invierno. Que importa. Nuestra verborrea puede ser peor que un misil autodirigido y no nos importa. Podemos salpicar con nuestra cicuta a los mejores para no perder nuestro precario equilibrio emocional.
Pero en ese momento tampoco importa.
Ilusamente, ingenuamente (por no decir tontamente, cita Les Luthiers) nos marchamos absolutamente liberados del odio y de la impotencia antes insoportable, y llenos de vacíos cambiados por conformismos ilusorios.

Todo esto esta bien, quien soy yo para juzgar a nadie, pero también implica un peligro inminente, que esta ahí siempre, que se presenta cuando nos dormimos en nuestra realidad y la vida hace que nos explote en la cara. Así, tal cual.
Como una pequeña y antigua infidelidad, como un pan robado, como un plagio publico.
Y llegan, entonces, las nunca esperadas secuelas.
Aquel ser que dices amar se entera que no es tan amado, tus palabras hirientes y refugiadas en una mala persona explotaron en su cara y las consecuencias son nefastas.
La confianza se rompe, el corazón duda de su función metafórica, y cual bomba de racimo cada día que transcurre va dejando un corolario en un rincón escondido de nuestra mente.
Todos los días su desayuno se compone de café negro, tostadas y lo ultimo que su otra esencia dijo de ella.
Pero, hay algo peor para una mujer que su compañero para toda la vida hable mal de ella? Uno se consuela mientras sorbetea el café (“moralmente soy superior ya que nunca lo he hecho ni lo haría”). Pues si, hay algo peor: que le toquen a sus hijos.
Si la ferocidad de los dramas griegos, de las torturas romanas, de los salvajes canibalismos del Congo pudiesen compararse con nuestra reacción materna ante el daño a la carne de nuestra carne, nos llevarían cual arma nuclear a todas las contiendas mundiales.
Caníbales, degolladoras, incendiarias, y solo con nuestras uñas seriamos mas feroces que la Peste Negra.
Lo peor viene después: la rabia comprimida, la herida abierta palpitante, los ojos encandilados por las malas palabras y el tener que asumir consecuencias ajenas a nosotras pero propias a las injurias a las cuales fuimos sometidas (madre e hija) nos alejan de un mundo al que vinimos a visitar por hermoso, por enamoradas, por paradisíaco, por compartir la vida, por crecer.
Y ahora ese mundo desaparece ante nuestro talante, y sin poder hacer nada para defendernos de las malas palabras, y que lastimosamente, vienen del ser que mas amamos.

El mundo perfecto se acaba, y ahora, cual prostitutas islámicas, debemos caminar cabizbajas porque para las personas ya no somos lo que somos, somos solo las malas palabras que nos alejaron del mundo exterior.
Y esta vez para siempre.
Lo siento, medula de mi vida, pero esto cada día duele más.
Termínalo de una vez.