miércoles, enero 25, 2006

Y comenzó mi período en que sólo se conecta la neurona de las vacaciones. Para mala cueva de mi Jefe, se conectó como una semana antes de salir de la pega; pero en fin, muy motivador no es el pendejo.
Ahora puedo darme las ganas de escribir compulsivamente a las 3 de la mañana, como lo hacía cuando yo era la pendeja.
Partí saliendo con un par de amigas, de esas con las que me veo muy poco a mi pesar, y nos fuimos a pendejear al local de siempre. Donde nos atendían como las reinas de la noche y podíamos disfrutar a nuestras anchas con la venia del barman, pero había pasado tanto tiempo de ése entonces, que ahora todo era un desastre. ¿Alguien ha pedido antes un vodka naranja y le traen un vaso de vodka y otro con jugo de naranja? En fin, como verán, habla sólo la neurona de mis vacaciones.
Nada que comentar mayormente sobre esa noche: salvo una nota so wierd sobre los sueños húmedos. Sí, esos que sólo los hombres creen que tienen porque despiertan notoriamente mojados (nosotras también los tenemos); y a propósito de sueños y de Jung nos contamos los nuestros. Pero nunca había escuchado bochorno semejante. Una de mis amigas vive sola desde los ¿18? Sí, 18, y su madre que vive en otra región del país estaba de visita en su departamento. Entonces ella comenzó a soñar. Soñaba que tenía sexo oral como los dioses, y que sus orgasmos eran increíbles, como no los había tenido en 30 años, y su humedad ya no era genital; invadía todo su cuerpo, tenía el pelo empapado y se movía como una serpiente en la cama (mientras dormía, obviamente), y tan fuerte e intenso era su placer, que despertó con las manos casi adentro de su vientre, contorneándose y gritando, y sus gritos eran tan fuertes que la despertaron. ¿Dónde está el bochorno? Cuando despertó en el mejor de sus gritos, vio a su mamá con los ojos despavoridos sentada al lado de ella. Vaya invitada al orgasmo nocturno, y vaya qué bochorno!
Mis días transcurren desconectada casi del mundo real - ese mundo que siempre me intranquiliza y me estresa hasta la locura - ahora todo me da prácticamente lo mismo.
Cuando Javier viajaba, aunque fuera a Concepción, yo me angustiaba: ¿estará bien? ¿con quién está?, etc., y todos los delirios posibles. Ahora lo fui a dejar al avión directo a México, y fui feliz! Al fin un tiempo para mí! Para dormir atravezada en la cama, renovar almohadas, ver TODAS las películas de terror que tenía en mente; fumar, fumar, fumar; despertar ruidosamente sin despertar a nadie. Una semanita entera para mí.
Bueno, casi entera. A merced de mi mamá recién operada y sus trámites personales, más los míos que no he hecho (porque sólo cuento con la neurona de las vacaciones).
Ansío poder escuchar esa música que me regaló Tomás, del norte de Africa, que me dejó pegada al techo en la cama seis horas sin poder mover un músculo.
Leer libros de historia en español antiguo y viajar sin maletas a esos lugares atroces.
Dormir con un masaje en la cabeza (algo de respeto a Javier me queda que no me he transformado en Doña Clotilde en sus narices).
Ponerme crema hasta en el poto para no tener ni el culo arrugado; usar todos los cojines de la cama, mirar las luces brillantes de la ciudad e imaginar que afuera hay un mar infinito.
¿Extraño a Javier? Esto es controversial. Hoy abrí el refrigerador y vi un "pene" de chocolate. (¿Se podrán usar otras palabras para describirlo en un blog, o borrarán todo el escrito?) No puede ser, pensé. ¿Javier me lo dejó para que me divirtiera? Lo tomé con las dos manos, y era.... un Viejito Pascuero de chocolate (sin el papel, de perogrullo). Por Dios lo que hacen 4 días de abstinencia! No es lo que extraño de él, me hace falta su amor incondicional, que es más profundo.
El caos del que hablé anteriormente se hace más notorio, y está a rienda suelta en mi vida. Las ganas de manejar hasta que se acabe el estanque están poderosamente latentes, y fumarme algo con mi amiga desahuciada es una cita a la que no faltaré.
Así es, una vez más la muerte toca la puerta de una mujer a la que amo profundamente y juro no perderme esta transición. No puedo prometer no llorar, es más, creo que lloraremos una vez más y terminaremos danzando frente al fuego. Y quizás sea con la única neurona con la que ahora cuento, pero es la que me mantiene con vida todo el resto del año. Y espero que sea de por vida.