sábado, diciembre 09, 2006

Sin miedo

Creo que viví más de 30 años teniendo miedo. Miedo a estar sola, miedo a no escuchar, miedo a que no me escucharan, miedo a no ser amada, miedo a no hacer lo correcto, miedo a cometer errores. Sin duda no fue productivo. Ese miedo me movió mucho, y quizás en ese minuto mi capa de miedo me sirvió para protegerme de todo lo que yo no quería que me pasara. Pero todo lo que me pasó yo tampoco lo deseaba.
Y así aprendí a vivir, en la frontera de dos mundos: al que yo temía, y al que no sabía eludir.
Tenía tanto miedo de no agradar a las personas, de no hacerlas sentir como las más importantes del mundo; si solamente pensaba en que yo podía aliviarlas un poco de su propia vida, posponía mi tiempo para agradarlas.
Pero el peor de los miedos era el no ser escuchada. No porque padeciera de algún impulso verborreico, no. Pensaba y sentía que yo siempre podía explicar todo, explicarles lo que ellos mismos sentían, explicarles por qué yo no era perfecta, y pedir, siempre, una nueva oportunidad para serlo.
Ahora miro atrás. No todo fue en vano. En algún minuto iba a suceder, más tarde que temprano, pero llegó. No sé por qué cresta fui así, no sé por qué tuve que vivir todo eso, me parece a veces tan estúpido, pero ahora ya no tengo miedo. No tengo miedo a estar sola, no tengo ni el más lejano temor a no ser perfecta ni a parecerlo; pero lo más importante, no tengo miedo al silencio.
Ya no tengo ganas de hablar, ningún aspaviento de explicar lo que me pasa. Toda la vida me parece tan obvia que argumentar una lágrima me parece, por lo bajo, tan básico como triste.
Hablé demasiado, quizás, expliqué hasta lo inexplicable, pedí lo impedible, rogué lo inalcanzable, amé lo que no era para mí. Ahora ya no tengo fuerzas. Me agoté y ya no quiero hablar. Ya no quiero pedir, ya no quiero ser perfecta, ya no quiero excusarme.
Sólo quiero estar en silencio, a ver si alguna vez, puedo escucharme a mí misma. A ver si todavía existe Dios y escucho que alguien todavía me ama.

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